Fragmentos de poemas de José Corredor-Matheos1,2 (Alcázar de San Juan, Ciudad Real, 1929), poeta, crítico de arte, traductor y ensayista3. Se dice que su poesía –”esencialista, de formas desnudas”– parece cercana a la de poetas que tratan de ir más allá de la realidad aparente, como José Ángel Valente, Antonio Gamoneda o el también manchego Ángel Crespo3.
| La manera que tiene |
| el infinito |
| de caber en un cántaro… |
| ¿Qué ha sido de aquel sauce |
| que había en mi jardín |
| y despertaba el verde |
| de mis hojas, |
| y qué ha sido también |
| de aquel que era yo |
| cuando todas mis hojas |
| eran verdes? |
| A veces creo oír |
| que aquel sauce pronuncia |
| mi nombre algunas noches |
| y lo siento en la savia |
| de mis venas. |
| ¿Y él, podrá oírme |
| si leo este poema? |
| ¿Lo sentirá en la sangre |
| que corre por su tronco |
| y por sus ramas? |
| Hay algo que me dice |
| que ni el sauce ni nada |
| de lo que fuera mío |
| he de considerarlo |
| perdido para siempre. |
| La lluvia te ha llenado |
| los pulmones |
| de algo que es un dolor |
| en todo semejante |
| a la alegría. |
| Pocas cosas despiertan |
| mi alegría |
| como el brincar gozoso |
| de algún perro |
| que me ha salido al paso. |
| Pocas cosas remueven |
| algo profundo en mí |
| como el mirar de un perro |
| fatigado |
| de haber vivido tanto. |
| Todo el amor del mundo |
| que tú ansías |
| y la desolación que sientes |
| asoman a los ojos |
| de un perro que te mira, |
| interrogándote. |
| Si a este inocente |
| pájaro |
| nada le importa más |
| que gozar del instante |
| e ignora que ha nacido |
| y que ha de morir, |
| ¿por qué habrá de |
| importarme |
| a mí, si es mi vida |
| corta como la suya |
| y soy feliz también |
| bajo esta fina lluvia |
| ignorándolo todo? |
| De la muerte, cortar |
| el esfuerzo incansable |
| con que incita |
| a vivir para siempre. |
| ¿Es sólo un calcetín |
| eso que brilla |
| en medio de la calle |
| o alguna ave herida |
| que no puede volar? |
| Sucio, agujereado, |
| su fulgor me deslumbra |
| en pleno mediodía. |
| ¿He de pasar de largo |
| o lo he de guardar |
| con todos mis tesoros? |
| ¿Quién lo dejó caer, |
| como al azar, |
| para que me saliera |
| ahora |
| al paso, |
| calcetín que es capaz |
| de volar como un pájaro, |
| desplomarse en la tierra |
| como un pájaro, |
| y viene a recordarme |
| que él y yo compartimos |
| la caída y el vuelo? |
| Te cuesta ver las cosas |
| que comparten tu vida |
| como te cuesta ver |
| tu propia vida. |
| Hasta que un día aprendes, |
| y lo haces de golpe, |
| como si ya estuvieras |
| despidiéndote |
| de todo para siempre. |
| Canta el viejo Louis Armstrong, |
| y es el mundo el que canta. |
| Ahora que la voz |
| es la de Ella Fitzgerald, |
| la muerte se levanta |
| de su lecho |
| y todo lo ilumina. |
| Tú sientes la vergüenza |
| de estar vivo, |
| tú sientes la vergüenza |
| de no ser también negro |
| y no poder cantar |
| como Louis, como Ella, |
| de pie sobre la muerte. |
| Yo soy un pez, un pez |
| que va por el jardín, |
| tan libre como un árbol. |
| Y soy también un árbol, |
| que tiene sus raíces |
| en el cielo, |
| como un pájaro. |
| Soy un pájaro, un pájaro, |
| y son míos los cielos |
| las aguas y la tierra. |
| ¿Por qué, si soy un pez, |
| un pájaro y un árbol, |
| la angustia de ser hombre |
| hace que todo |
| me resulte, de pronto, |
| tan extraño? |
| Ponerte a ver el |
| mundo, |
| ir contando sus piezas |
| y al final descubrir |
| que falta una. |
| No saber dónde está, |
| pero intuir |
| que hay una solución |
| que has de dar tú. |
| No sé si mis palabras |
| son de paz y consuelo |
| o de desolación. |
| Sosegar el espíritu |
| entre el pavor y el gozo |
| de vivir. |
| Y que el mismo sosiego |
| sea el signo gozoso |
| de que el pavor empieza. |
| ¿Cuánto daría yo |
| por oír en tu voz |
| que la nada es el fruto |
| de tu meditación, |
| que después de la |
| muerte |
| hay la nada |
| o la misericordia? |
| ¿Qué músicas son éstas |
| que hieren mis oídos |
| como hojas de otoño? |
| ¿Quién es el que me dicta |
| lo que escribo |
| y me hace vivir |
| con la clara conciencia |
| de la muerte? |
El poeta te invita: deja volar la pluma en el paisaje4, ve más allá de la realidad aparente, tras los imaginarios, por las conciencias… Mira: un calcetín, un sauce, un perro, pájaro, jardín… el infinito, la muerte, todo el amor del mundo.